
Cuando “Lucho” asegura que tiene una carga pesada, no exagera. Dice una gran verdad. Porque, para ayudar a su familia, este joven se parte el lomo cada mañana sin medir que algún día su cuerpo pagará las consecuencias de hacer tamaño esfuerzo para ganarse la vida. A sus 18 años –aunque parece de 25- ya conoce lo que es el fuerte dolor de espalda. Y todo por llevarse unos 15 a 20 soles al día.
Hablarle de vacaciones, CTS, horas extras, seguro u otro beneficio laboral es mofarse en su cara, pues lo único que conoce este joven es trabajar duro para ganar de sol a sol hasta que el mercado El Progreso luzca despoblado. A veces trabaja ocho horas, otras cinco o nueve, no importa. Lo que a él le vale es conseguir la plata. Y por cada saco, gana 0.70 céntimos.
Pero Luis Castillo Campos tiene otras metas. Lo de estibador y triciclero es solo un trabajo temporal, aunque no sabe cuánto tiempo más seguirá cargando sacos de hasta 70 kilos. Quizá hasta que su columna le diga basta. “Lucho” quiere estudiar y está juntando de a poquitos.
“Tengo que salir de este trabajo, pero ahora me es difícil”, dice brevemente porque no tiene tiempo para conversar. Le esperan unos 20 sacos de papas, cada uno de 50 kilos, que debe llevar, primero, sobre sus espaldas y, luego, en su triciclo por más de dos cuadras. Y no se queja.
Walter Acuña Lizardo (42) duró cuatro años trabajando de estibador en “El Progreso”, tiempo suficiente para darse cuenta que tenía que parar si quería seguir caminando sin ayuda de un bastón. Se le ve bastante serio cuando dice que, en su juventud, cargaba hasta 200 sacos al día, de 6 de la mañana hasta las 3 ó 4 de la tarde.
Ahora, Walter es comerciante de papas, sin embargo el levantar y llevar sacos todavía es parte de su rutina, pero en menor intensidad. Si antes cargaba 200, hoy apenas unos 5 ó 10 para acomodarlos en su negocio. “Es un trabajo que te mata de a pocos y no recibes nada a futuro. Todos acá vivimos del día a día, de la habilidad en el trabajo, de exponer nuestros cuerpos. Y se gana de sol en sol”, comenta Walter, quien también dedicó algunos años de su vida como triciclero.
TRICICLOS CON PLACA
Le parecerá una broma, pero no lo es. Si los tricicleros no registran plenamente su vehículo de trabajo, entonces están expuestos al decomiso de sus unidades ¿Y quién se encarga de semejante incautación? Pues el personal de la oficina de Transporte del municipio provincial. Así como sancionan a los colectivos o combis que no cuentan con tarjeta de circulación, también le aplican la misma sanción a estos vehículos que funcionan a puro pedal.
Por eso, el triciclo de Isaac Crisanto Bonifacio (53) ya está totalmente formalizado: RD 9900, se lee en la parte posterior. “Es que siempre hay operativos y ya una vez me decomisaron, teniendo que pagar 3 soles y luego hacer un papeleo que te quita todo el día”, cuenta, agregando que anualmente paga 20 nuevos soles por derecho de rodaje, además de otros pagos por tarjeta de control y circulación.
“El municipio nos exige formalizarnos”, agrega este triciclero con 20 años de experiencia en el “rubro” y que aún a su edad le da duro todos los días para ganarse la vida, trabajo que le ha permitido sacar adelante a sus tres hijos, hoy ya mayores de edad.
Su jornada empieza a las 6 de la mañana, aunque algunos días suele llegar a las 8. “Si conoces el negocio puedes llevarte 20 soles, pero si eres nuevo haces unos 10 soles. Todo es habilidad, pero trabajas todos los días y si descansas no ganas”, refiere Isaac.
PA’ TRABAJAR NO HAY EDAD
Aunque dice que solo ayuda a su hija, lo cierto es que Cirila Milla Ramírez (73) no ha parado un solo año de trabajar y no lo hará mientras las fuerzas le acompañen. “Vendiendo es mejor que estar sentada viendo televisión”, comenta la anciana vendedora de papas que encontramos en el mercado El Progreso. Como había paro de transportistas, ese día no tuvo muchas ventas.
Los viernes, sábado y domingo son sus días preferidos porque hay mayor venta. “Otros días son menos cansados, pero ganamos poco”, lamenta sin importar que los años de trabajo le han pasado la factura y su débil cuerpo ya está pagando las consecuencias de una chamba que no paga horas extras ni seguro pero que le dignifica el alma.
Ellos, que no figuran en las estadísticas de la Población Económicamente Activa (PEA), forman parte de un sector informal que no conoce de ningún beneficio, pero que a base de esfuerzo y con mucha dignidad han sacado adelante a su familia. Para ellos un merecido homenaje.
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