
Te veo y no lo creo. Estas ahí, adentro, en una sucia celda que ahora acomodas como tu nuevo hogar, mientras esperas, impaciente, el perdón de la sentencia. Te veo y no lo creo. La influyente conductora de televisión, la de los 80 mil dólares mensuales, la reina de los ampay, del chisme, la enemiga número uno de los peloteros convertida en una presidiaria más, vestida a rayas, escoltada tras una reja, enjaulada como una urraca. Te veo y no lo creo.
Magali, no eres santa de mi devoción, pero te confieso: he visto y me he reído viendo tu programa. Qué puedo decir, como a cualquier otro, he caído en la tentación del chisme. “Maaaaassss adelante…”, decía el avance del programa, anunciando el debacle de su próxima víctima, un futbolista o una artista tirándose una canita al aire. ¿Que qué me importa lo que hagan los demás? Nada. Solo que la curiosidad, esa que te está dando miles de dólares, pudo más.
Magali, si me lo permites, tengo unas preguntas para ti. Respóndeme, te lo pido. No tardarás mucho, te lo aseguro. Son simples preguntas. Sé que pasas un momento difícil, como cualquier reclusa, pero solo hazlo por este ex televidente tuyo.
Te pregunto si después de salir de la cárcel, volverías a hurgar en la vida de los demás. También si tus chacales seguirán día y noche a la jueza que te condenó. ¿Saludarás, conversarás o te harás amiga de Malú Costa? ¿Alguna reflexión te dejará estar en prisión? ¿Le pondrás esa misma sorna a tus comentarios? ¿Te medirás ahora?
Ya has dicho que no te rectificarás con la publicación sobre Paolo Guerrero. ¿Si lo volvieran a ver, le tomarían fotos? Y de Tula, se ha reído en tu cara. Gisela ha sido más sobria. ¿Vestirás a rayas en el reinicio de tu programa?
Magaly, ojalá salgas pronto. También soy periodista y me solidarizo contigo. No comparto tu trabajo, pero como colega te deseo lo mejor. Espero tu respuesta.
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