miércoles, 8 de octubre de 2008

De profesión, periodista


Tengo la total certeza que no me equivoqué de carrera. Lo digo porque hay quienes insistentemente me recomiendan que aún estoy a tiempo de estudiar otra profesión o que, en otro de los casos, me consiga un trabajo en alguna oficina de cualquier institución pública porque ahí descansan sábado, domingo, feriados y salen más temprano.
Debe ser verdad, pero mi respuesta es que, si bien ha pasado por mi cabeza incursionar en otra profesión o laborar en otro campo si se me presentara la oportunidad, no me arrepiento de haber pasado cinco años en la universidad estudiando periodismo. No concluí en el primer puesto de mi promoción ni nunca tuve las mejores calificaciones del salón (tampoco era relajado, aclarando) pero sí sabía que lo mío estaba en esta carrera a veces mal pagada, como muchas otras. Pero, reitero, no me equivoqué.
Hace más de dos años, un 6 de enero, vestido con polo azul, jean claro, zapatillas negras deportivas y con esa cara de despistado que suelen poner todos cuando están emocionados por su primer empleo, ingresé a laborar a este diario. Ítalo Jiménez, el editor, me presentó con el resto de compañeros –aunque ya les conocía- y de inmediato me puso a las órdenes de Dante Zapata, “Zaba”, el encargado de Deportes.
Cubrí encuentros de fútbol, básquet; entrevisté a simpáticas voleibolistas y a los futbolistas con su monótona frase “creo que fue un partido difícil…”, pero al cabo de unos meses pasé a Locales, una de las secciones principales en la que, sin embargo, solo estuve un mes porque me pasaron a Policiales. El editor, recurriendo a ese floro que suele dar cada vez que hay nuevos cambios, me hizo creer que reunía todas las condiciones para afrontar ese agitado espacio que diariamente sale impreso en la página 3.
De verdad que me chocó, pero esos abismales cambios en el diario fue determinante para saber que para hacer buen periodismo hay que conocer todos los campos. Se aprende mucho. Como lo aprendí, en su momento, de Dante Zapata, un periodista comprometido con el deporte local.
En La Industria conocí a Carlos Vásquez Llanca, ahora Editor de El Hincha, quien no deja de sorprenderme con los titulares de dos o tres palabras que refleja con precisión ese sentimiento de rabia o alegría que nos da el deporte. Para que esté donde esté, Carlos ha pasado por Regionales, Locales y por Policiales. Cierta vez llegó a la Redacción comentando la noticia de las abejas asesinas, el oso que aterrorizaba a Moro o el perro con cara cerdo. Cosas como esas, jocosas y sacadas de la ficción, fueron tomadas por diarios nacionales, a despecho de quienes se mofaban de su información.
Josué Ibarra es el Editor de Fotografía y, sin temor a decirlo, su trabajo es el mejor en la Región; no tiene nada que envidiarle a los gráficos limeños. Es un fotoperiodista que capta el detalle que otros no ven. Y es que ahí está el secreto. Porque la imagen explica mejor que las palabras.
Por Magnolia Agurto tengo mucho aprecio. Es una periodista que no se casa con nadie. Y lo digo en el sentido estrictamente profesional. Porque no se come ningún cuento de alguna autoridad o un improvisado dirigente. Ella confronta, detalla, pide opiniones, revisa documentos, busca en internet y, finalmente, redacta. Aunque demora un poco más, escribe muy bien. Es la jefe de Informaciones. Magnolia no tolera que alguien quiera hacerle caer con una información tendenciosa. Se lo dice y se va. No se hace problemas.
Shirley Oliva Cueva es la redactora de Policiales. Valgan verdades, tiene muy buenas fuentes y otros colegas suelen llamarla para pedirle uno que otro dato. Hacer este trabajo no es nada fácil. Lo sé muy bien. Recorrer comisarías, hospitales, lidiar con policías, estar en el lugar de los hechos, camuflar los sentimientos ante la desgracia ajena aunque nos aflijamos por dentro, fotografiar pandilleros, asaltantes, homicidas, violadores, en fin…
Luego, tras redactar las notas del día, hay que darse un tiempo para llamar a las comisarías. Aun cuando nos vamos a casa, hay esa sensación de que se nos pasó algo. Shirley reniega cuando la edición ya cerró y no puede cubrir un hecho noticioso. Le ha pasado varias veces.
Como nos sucedió a todos. Ítalo lo sabe, pero toma aire y respira. Estar en la edición no es simple. Le hemos visto renegar pero luego reír. Diariamente se enfrenta a la presión del tiempo, apremio que, no obstante, suele disfrutar porque ese es el trabajo del periodista, de empaparse de la realidad, de saber que hay quienes necesitan ayuda y que nosotros, desde estas páginas, podemos hacer algo; de descubrir a un funcionario malgastando el tiempo o el dinero de todos; de criticar a una gestión que no trabaja o a un alcalde que no cumple su promesa; de educar, entretener y contribuir con una sociedad como la de Chimbote. Todo eso y mucho más.
No puedo terminar estas líneas sin antes decir que me alegra que algunas autoridades nos critiquen, porque si no lo hicieran tendría que pensar que estamos trabajando para agradarles. Y La Industria de Chimbote no está para eso.
Un colega afirmó que debemos entrar al gimnasio para recuperar nuestra belleza y vitalidad, y le damos la razón. Porque no es lo mismo mirar desde adentro que desde afuera.

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